sábado, 7 de diciembre de 2013

Pancho Sierra y el Gauchito Gil, según el diario La Nación (1999)

banderas utilizadas por el sanador Manuel Payne -Salto (2013)

Lunes 24 de mayo de 1999 | Publicado en edición impresa
Los santuarios paganos (Nota II y última)
Dos gauchos que atraen la veneración popular
Adhesión: miles de devotos piden favores al Gauchito Gil, en Corrientes, y a Pancho Sierra, en la provincia de Buenos Aires.
Por Ramiro Pellet Lastra

La imaginación de los argentinos ha consagrado a una legión de gauchos aventureros entre los santos paganos más venerados del país. En el Litoral sobresale el Gauchito Gil, una leyenda correntina.
Cualquier momento es bueno para visitar al Gauchito, la cumbre de cuya devoción se alcanza el 8 de enero, cuando la ciudad de Mercedes recibe a más de 100.000 personas que marchan al santuario, erigido a 8 kilómetros del centro urbano, con la fuerza de los años y la gracia del chamamé.
Miles de placas de agradecimiento son testimonio de la adhesión de vecinos y visitantes lejanos, que se trasladan anualmente al santuario popular.
Hace doce años que Catalina Feliciana González viaja desde Merlo. En su casa tiene pintado un mural del Gauchito y guarda en secreto una relación que se consolida en cada visita.
Elida Avelano tiene 71 años y desde 1947 visita al Gauchito. Hoy recuerda que, antes de construirse la ruta, el santuario se encontraba en pleno monte y la gente llegaba en carreta. Ella es creyente y le reza diariamente a Dios y a María. Pero siempre agrega una frase en sus oraciones para el Gauchito Gil.
"El Gauchito sigue haciendo su obra, aun después de muerto, porque los que trabajamos acá somos todos desocupados", dijo Ofelia de Pardo, vendedora de esculturas y estampitas que incluyen las figuras de la Virgen María y la del santito en la cruz.
Desertor del ejército, el gaucho Antonio Gil era una sombra rebelde que bajaba de los montes para robarles a los ricos y darles a los pobres. Un Robin Hood criollo que, a fuerza de hazañas, se ganó la admiración de la gente de sus pagos.
El campesino fue ultimado en 1878 por fuerzas policiales, pero con el tiempo regresó de las tinieblas en la devoción popular que le ofrendan los correntinos.
El centro del santuario es un simple tinglado de chapa que protege la tumba del difunto, una leve estructura de piedra cubierta de placas que traen los visitantes.
Los negocios del paraje tienen a la vista pelotas de fútbol, cámaras de fotos, radios, facones, mates, bombillas, chorizos, estampitas. Todo dispuesto en amable confusión religiosa que presenta con idéntica cortesía los recuerdos del gaucho santo y los bienes de consumo cotidiano.
Casi lo mismo
El pañuelo y el chiripá son las prendas que viste el correntino en las imágenes consagradas por la piedad popular.
Los fieles encienden velas y tocan la tumba antes de tomar asiento en largos bancos de madera que dan al tinglado un aire de iglesia rural. Cada cual sigue sus oraciones particulares como le viene en gana. Rezan, piden, lloran, ríen. No es raro ver músicos que, bajando de un micro, regalen canciones al santo de sus amores.
Como el conjunto Los Criollos de Salada, formado en 1987 por los hermanos Rodríguez, que siempre se hacen un tiempo en sus giras para viajar a Mercedes y pedirle protección.
Y hay más regalos de quienes vieron sus deseos hacerse realidad. Saben que allá arriba el Gauchito los escuchó. Los deportistas ganadores entregan sus trofeos; los músicos afortunados ceden sus guitarras; los que cambian el auto dejan patentes viejas. Nadie olvida devolver la gracia generosa concedida por voluntad del Gauchito.

imágenes a la venta cerca del cementerio de Salto (2013)

A cientos de kilómetros del reino espiritual del gaucho pagano, en los campos de Buenos Aires, se cultiva la devoción a un estanciero del siglo pasado que supo tener seguidores en vida.
Su nombre era Pancho Sierra, estanciero de diversos talentos, entre ellos, la clarividencia y la sanación. Mateando con su hermano en la placidez de su estancia, Pancho no sólo anticipaba la llegada de un paisano en apuros, con un dolor apremiante o un mal incurable, sino que hasta lo sanaba aun antes de que bajara del caballo para explicarle su drama.
El que venía enfermo se iba curado. Era la regla que se cumplía entonces, como se cumple ahora, según los feligreses que responden a su culto. Además de arreglar la salud, Pancho confiere los milagros habituales entre los santos de su raza: consigue novios, cambia autos, compra casas, aprueba exámenes. Si es necesario detiene la lluvia.
 En construcción
El santuario de Pancho aún está en construcción, en función del empeño de Paulina Casamajó, que dice haber sido invitada por el propio Pancho, cuyo espíritu flotó cierta noche sobre su cama, a dejar el trabajo de costurera y entregar su vida al oficio de la sanación.
Mientras crece el futuro santuario, el culto se rinde en el cementerio de Salto, en el noroeste de la provincia. En la tumba caen flores, y en una pared lateral del camposanto los creyentes clavan placas de agradecimiento: "Gracias, maestro, por el nieto que nos diste", dice una de ellas.
Allí también está Paulina hablando de la vida de Pancho y señalando orgullosa una escultura que mandó erigir en nombre de él. "Los milagros no son para todos, pero no te abandona nunca si le tenés fe", asegura.
A diferencia del culto al Gauchito, del que participan los vecinos de Mercedes, a los habitantes de Salto no les interesa la presencia de Pancho. Sus adeptos más tenaces vienen de las ciudades vecinas de Rojas y Pergamino, que aprecian a la distancia las virtudes sanadoras y proféticas del santo de las pampas.
Como Pancho, como el gaucho, los santos paganos pueblan las creencias religiosas argentinas.
No hay región sin santo, ni santo sin creyentes. Las leyendas nacen, crecen y nunca mueren, como el alma de estos héroes, que no se cansan de hacer el bien sin mirar a quien. 

El encuentro de Pancho Sierra con la Madre María en la película de Lucas Demare (1974)


"La Madre María", estrenada en 1974, fue dirigida por Lucas Demare y protagonizada por Tita Merello, José Slavin, Hugo Arana y Patricia Castell.

Pancho Sierra, el payador (1913)

nota de la revista Fray Mocho de 1913

Una nota aparecida en la revista Fray Mocho, del 31 de enero de 1913, coloca inequívocamente a Pancho Sierra entre los cultores del arte de la payada.
La referencia debajo de su foto, (en la segunda página de la nota) dice: popular hacendado de Pergamino que fue un entusiasta cultor de la poesía campera

mención a Pancho Sierra

Como señala el historiador Enrique Virto, la misma nota luego afirma:
“Tampoco canta Pancho Sierra. La muerte se llevó al noble viejo, en cuyo corazón brotaban las bondades tan espontáneas y tan frecuentes como de sus labios los cantos. ¡Pancho Sierra!. Hacendado, payador, curalotodo y amigo de todo el paisanaje de Pergamino en 30 leguas a la redonda”.

Virto también señala que payadores famosos como José Betinoti y Francisco Bianco (Pancho Cueva) manifiestan haberlo conocido. Transcribe una payada que ambos sostuvieron "en el teatro Argentino de San Vicente el 25 de mayo de 1913, donde el taquígrafo del Congreso de la Nación Jorge Williams rescató versos que Amalia Sánchez Sívori transcribe en su "Diccionario de Payadores” "

Bianco:
Allá en la norteña tierra
De Pergamino a la vista
Nació el gran naturalista
Llamado don Pancho Sierra,
Su obra inmortal mucho encierra
Para el alma y sus anhelos.
Mártir fue que en sus desvelos
De ninguno aceptó un cobre,
Era el doctor de los pobres
Con potestad de los cielos.

Betinoti:
Cuando con Vázquez sostuve
Aquella larga payada
Que el jurado por ganada
A mi me la dio, mantuve
Relación con Sierra, anduve
Unos días por su estancia
Era algo que enamoraba
Con la Mac-Cormic lindaba
De Rancagua a la distancia.

Bianco:
Después que Sierra murió,
Al que mucho conocí,
Anduve un tiempo por ahí
Porque Vera me invitó
Pa cantar, recuerdo yo,
En unas domas y yerras,
A los criollos de estas tierras
Les canté con artimaña
En el almacén de campaña
De los hijos de Pancho Sierra.

La nota de Enrique Virto en:  http://saltonline.com.ar/sierra/payador.htm
Facsímil de la revista Fray Mocho tomado de "El Rincón del Payador": 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Pancho Sierra en el libro de Sábato: Abbadón el exterminador


Ernesto Sábato nació en la ciudad de Rojas (pcia. Bs. As.), a 52 kilométros de donde hoy está enterrado Pancho Sierra. Esto ayuda a entender por qué hay tres menciones a Pancho Sierra -todas muy respetuosas- en su famosa novela, Abbadón el exterminador :

"Pasaron algunos años después de su muerte cuando leyendo uno de esos libros de ocultismo supe que el 24 de junio era un día infausto, porque es uno de los días del año en que se reúnen las brujas. Conciente o inconcientemente mi madre trataba de negar esa fecha, aunque no podía negar lo del crepúsculo: hora temible. No fue el único hecho infausto vinculado a mi nacimiento. Acababa de morir mi hermano inmediatamente mayor, de dos años de edad. Me pusieron el mismo nombre! Durante toda la vida me obsesionó la muerte de ese chico que se llamaba como yo y que para colmo se recordaba con sagrado respeto, porque según mi madre y doña Eulogia Carranza, amiga de mi madre y allegada a don Pancho Sierra, "ese chico no podía vivir". Por qué? Siempre se me respondió con vaguedades, se me hablaba de su mirada, de su portentosa inteligencia. Al parecer, venía marcado con un signo aciago. Estaba bien, pero por qué entonces habían cometido la estupidez de ponerme el mismo nombre? Como si no hubiese bastado con el apellido, derivado de Saturno, Ángel de la soledad en la cábala, Espíritu del Mal para ciertos ocultistas, el Sabath de los hechiceros." (pag. 15)



"Carlucho dejó de sorber el mate, admirado.
—Tre o cuatro pare, decí?
—Sí, tres o cuatro pares de zapatos.
Carlucho se echó a reír con ganas.
—Pero pa qué necesitá tre o cuatro pare si no tenemo má que do pie?
Es cierto, a Nacho no se le había ocurrido.
—Y si alguien va al galpón y roba?
—Roba? Y pa qué? Si necesita algo se lo pide y se lo van a dá. Está loco?
—Entonces no habrá más policía.
Gravemente, Carlucho hizo un gesto negativo con la cabeza.
—No habrá más policía. La policía é lo pior de todo. Te lo digo por esperiencia.
—Por experiencia? Qué experiencia?
Carlucho se replegó sobre sí mismo y repitió en voz baja, como si no quisiese
referirse a eso, como si lo de antes se le hubiera escapado.
—Esperiencia y yastá —comentó ambiguamente.
—Y si alguno no quiere trabajar?
—Que no trabaje si no quiere. Ya veremo cuando tiene hambre.
—Y si el gobierno no quiere?
—Gobierno? Pa qué necesitamo gobierno? Cuando yo era chico y quedamo en la calle, muerto de hambre, mi viejo salió adelante porque don Pancho Sierra le puso una carnicería. Cuando me fui a pionar, tampoco necesitábamo el gobierno. Cuando me fui al circo, tampoco. Y cuando entré al frigorífico de Berisso, pa lúnico que sirvió el gobierno fue pa mandarno la policía en la huelga y torturarno" (pag 121)


"Chupó profundamente el mate, como si en lugar de chuparlo lo pensara.
—Desde la langosta... Y bueno... Mi padre le trabajaba un campito a don Pancho Sierra, entre Cano y Basualdo. Un hombre muy bueno. No sólo curaba, también daba remedio al pobrerío. Tenía una barba larga y blanca, hasta aquí. Medio mago era. Cuando nacían lo chico mi madre se lo llevaba ante e cristianarlo, y él le decía éste le va a viví éste no le va a viví. Fuimo trece hermano, ya te conté. Y bueno, don Pancho le anunció que tré no le iban a viví: ni la Norma, ni la Juana, ni la Fortunata.
—Y se murieron? —preguntó Nacho, maravillado.
—Y claro —respondió Carlucho con sencillez—. No te digo quera medio mago? Así que mama se resinaba de antemano, porque don Pancho le decía vea doña Feliciana no llore y resínese, que así lo quiere Dio. Pero lo mismo mama lloraba y la cuidaba, pero lo mismo se moría. Así é la vida, Nacho." (pag. 122)