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jueves, 19 de diciembre de 2013
domingo, 15 de diciembre de 2013
Variaciones de Juan Moreira (y Pancho Sierra) -según la Peña Carlos Gardel, del Borda, narrado por Alfredo Moffat
Imagen de Juan Moreira en la capilla de Paulina Casamajós en Salto. Foto: Darío La Vega
Cuenta Alfredo Moffatt:
"En los años ‘70, en el fondo del Borda, hicimos la
experiencia de la Peña Carlos Gardel, en la que también había un grupo de
teatro: “Las Animas” (o “Los Fantasmas del Alma”). Estaba compuesto por
compañeros de adentro y de afuera: Rafael Rodríguez, Carlos de Sica, Carlos
Rafaelli, Jorge Bonay, Graciela Cohen, Graciela Hericourt y otros más.
Representábamos el Juan Moreira, seguíamos la línea del radioteatro
criollo que, a su vez, desciende directamente del viejo teatro de circo de los
hermanos Podestá. Este teatro criollo desarrollaba siempre el tema del gaucho
matrero, el paisano que se rebela por los atropellos de la autoridad. Es el
tema del héroe, el mito de Juan Moreira, que aparece tratado con otros nombres
y bajo otras circunstancias, pero con igual estructura temática.
Los sábados, que eran los días en que funcionaba la Peña y el grupo de teatro,
se trabajaba sobre una situación, una estructura argumental sencilla que se
acordaba entre todos antes de comenzar y luego se iba improvisando el
desarrollo. En este sentido parecía más una sesión psicodramática que teatral.
La participación de los espectadores era a veces directa y algunos saltaban al
ruedo y ayudaban a uno de los personajes. También en la resolución de la
situación dramática se superponía a veces el psicodrama al teatro: en el mito,
el Sargento Chirino lo ensarta con su bayoneta a Juan Moreira, y lo mata. Pero
después, en nuestras representaciones, se invertía el mito: Juan Moreira lo
mataba a Chirino. Un día, en una representación, el loco que hacía de Chirino,
se arrancó la gorra y el uniforme de cotillón que era su vestuario y dijo: “¡A
la mierda los uniformes… yo me voy a unir al pueblo!...” Y todos los pacientes
aplaudían, y era como la revolución social (aclaramos que estábamos en la época
de Cámpora).
Foto: saltociudad.com
Otra vez, el Sargento Chirino apareció con un guardapolvo blanco, que le habían
sacado a un enfermero, y un simulado electroshock de cartones para aplicarle
uno a Juan Moreira, y entonces los otros locos lo corrieron al Sargento
Chirino, que se había transformado en el temido psiquiatra, para cagarlo a
palos, y así pudimos elaborar en forma de teatro, en realidad usando técnicas
psicodramáticas, la angustia de los pacientes por lo agresivo de este método
terapéutico.
En otra representación, cuando llegó la pelea de Moreira con los milicos, éstos
se tenían que morir y como seguían los sablazos (habíamos hecho sables de
madera con papel de aluminio) le recordé al soldado que esa vez ganaba Moreira
y él moría, de modo que le grité: “¡dale, morite!”... A lo que él contestó
arremetiendo con más sablazos: “¡yo no me muero nada, carajo...!”
También hubo sábados en que se mezcló el como si teatral con la vida real. Por
ejemplo, Juan Moreira con las ropas gauchas aparecía corriendo en la Peña, y
diciendo: “He venido a la mentada peña de Gardel para refugiarme, pues estoy
herido y me persigue la partida”... Luego llegaba el “comesario” con los
milicos y se armaba el gran despelote, pues todos defendían a Moreira.
Otro tema que apareció varias veces (era bastante imprevisible qué escena era
la que se iba a representar) era Moreira enfermo. En cierta ocasión, Moreira
escuchaba voces que lo insultaban y además sentía mucha tristeza. El amigo
(Julián Andrade) lo llevaba a la ciudad donde un médico le daba pastillas, le
decía que estaba perdido y finalmente le aplicaba un electroshock (esta escena
se debió hacer con mucha cautela). Moreira seguía igual y cada vez más
entristecido. En este momento la madre de Moreira, aconsejada por los vecinos,
lo llevaba a lo de un paisano viejo que sabía mucho de la vida, llamado Pancho
Sierra (yo aparecía con un vaso de agua y una barba blanca hecha con algodón
“Estrella”). En la entrevista, Pancho Sierra le ponía una mano en el hombro a
Moreira y le decía: “vos estás triste porque has perdido la esperanza... y oís
voces porque tu alma está sola, vos tenés enferma el alma y no el cuerpo”...
Esta reubicación de la enfermedad como una ausencia de diálogo, como un
problema del alma y por lo tanto del destino, conectaba al pobre, al marginado,
con su identidad y su palabra, que es precisamente lo que le niega el
sistema."
Fuente: http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=277
Imagen: Darío La Vega y http://saltociudad.com/nota.asp?n=&id=6191&id_tiponota=1
viernes, 13 de diciembre de 2013
Sanadores en la tumba de Pancho Sierra -por Alfredo Moffatt (1975)
Imagen del libro "Psicoterapia del Oprimido"
Dice Alfredo Moffatt:
"También Pancho Sierra es importante en el
área de la psicoterapia popular debido al desarrollo de los manosantas,
videntes, hermanos espirituales panchosierristas, que son muy numerosos. Estos
se reúnen todos los años para el día 4 de diciembre en la ciudad
de Salto, Provincia de Buenos Aires, frente a la tumba de Pancho Sierra, guía
espiritual de todos ellos. Una delegación de cinco compañeros de la Peña Carlos
Gardel fuimos al Cementerio de Salto el 4 de diciembre pasado. En esta especie
de Congreso anual de curanderos, se reúnen también gran cantidad de personas
con problemas psicológicos para ser curados por los hermanos panchosierristas.
Nosotros pudimos analizar de cerca y en
todos sus detalles, las técnicas operativas utilizadas. Vamos a describir
cuatro de ellas:
El primero era un hermano espiritual de la
Provincia de San Luis (del Centro Espiritual de Justo Daráct). Este hermano,
luego de permanecer cerca de la tumba de Pancho Sierra, entró en trance, y
comenzó a temblar violentamente moviendo la cabeza hacia los costados, soplando
con fuerza en forma contínua. En un momento dado, se encarnó en él el espíritu
de Pancho Sierra y de este modo comenzó a hablar Pancho Sierra por su boca.
Luego se desplazó hacia el interior del cementerio seguido por quienes deseaban
curarse con él. El hermano, rodeado por los consultantes, escuchaba el problema
psicológico planteado y, sin dejar de agitar la cabeza, gritaba de pronto ”¿qué
sientes hermano”?... ¿qué sientes?...” Esto creaba una gran tensión psicológica
en el grupo, se producía un momento de silencio y luego el vidente acercaba
su mano al rostro del paciente y
(haciendo una imposición de manos) gritaba ”andá, hermano, ya estás curado”...
grito éste que aliviaba la tensión grupal, después de lo cual pasaba a otro
paciente.
Otro hermano, éste con ropas de gaucho,
tenía una técnica operativa completamente distinta: hablaba en voz baja y
pausadamente, escuchaba el problema y luego proponía un tratamiento. a veces
con yuyos. y muchas veces con consejos de estilo criollo. Lo interesante era
cuando incluía frases que contenían órdenes post-puestas, (curiosamente ésta
técnica está actualmente siendo desarrollada por el equipo de Jay Halley del
grupo de P lo Alto, California) Un ejemplo de su técnica era cuando le decía al
paciente ”vos vas a soñar conmigo de acá a tres días y yo te voy a decir en el
sueño cómo vas a resolver tu problema”.... con lo cual condicionaba, debido a la expectativa provocada, la actividad
onírica del paciente y le movilizaba el conflicto inconsciente, con la orden
indirecta de proponer una solución, elaborada naturalmente por su propia
actividad psicológica, pero percibida por el paciente como dictada por el hermano-terapeuta.
El tercer terapeuta, esta vez una mujer,
había desarrollado una técnica muy elemental, pues sólo empleaba el exorcismo,
mediante un crucifijo de plata con el cual tocaba, haciendo un movimiento en
cruz, repetidamente, la zona afectada del cuerpo del consultante, mientras
decía una oración incomprensible. La última técnica operativa observada, era
tal vez la más interesante. Se llamaba hermana María y su técnica permitía un
mayor nivel catártico. Consistía en liberar por medio de espantosos gritos al
mal psicológico, después que lo hacía pasar, del paciente a su propio cuerpo.
La hermana María hacía sentar o acostar a la consultante en una tumba; ella, de
atrás, le frotaba la mano con energía para extraer el mal y, bruscamente, daba
un grito muy fuerte y desgarrador (que allí, entre las tumbas, erizaba los
cabellos). A continuación se agachaba y
le hablaba al paciente en voz baja y con mucha dulzura le preguntaba al oído ”¿qué
te pasa? ”... ”¿ya te sentis mejor? ”... EI consultante, ante el cambio tan
repentino del terapeuta de lo terrorífico del grito (era casi un alarido) a la
suave y acariciante dulzura de la voz en el oído, perdía desconcertado su
resistencia a comunicar el problema y, aliviado, relataba todo. Luego, la
vidente, con la misma dulzura, le recomendaba una solución. Como observación
válida para las cuatro técnicas analizadas, podemos señalar que siempre se
consigue, por un medio u otro, una fuerte conexión emotiva con el que viene a
curarse y sólo a partir de este intenso vínculo transferencial, propone la
sugerencia terapéutica."
Integrantes de la Peña Carlos Gardel, del Borda, visitan la tumba de Pancho Sierra (1974)
En su libro "Psicoterapia del Oprimido" (ver entrada anterior y posterior), el psicoterapeuta Alfredo Moffat relata que viajó, junto con integrantes de la Peña Carlos Gardel, del Neuropsiquiátrico Borda, a visitar la tumba de Pancho Sierra en Salto, el 4 de diciembre de 1973.
Ernesto Iriarte colocó un video en youtube con imágenes de ese viaje. El texto suyo que acompaña a las imágenes dice así:
"Visita realizada por los integrantes de la Peña Carlos
Gardel, que funcionaba en el Neuropsiquiatrico Borda, al Cementerio de Salto el
dia 4 de diciembre de 1973, aniversario de la muerte de Pancho Sierra, con la
finalidad de acompañar a un interno del hospital que creia en sus poderes
curativos. La madre Maria fue la continuadora y discipula del sanador".
Fuente del video: http://www.youtube.com/watch?v=Jcp-MyXY0Mg
Pancho Sierra en "Psicoterapia del Oprimido", de Alfredo Moffatt (1975)
"Llamado también el ”Gaucho Santo de
Pergamino" o el ”Resero del Infinito” es representante de la línea criolla
o gaucha de manos-santas. Era hombre rico y tenía propiedades en el Salto (Provincia de Buenos Aires) donde está
actualmente su tumba.
Su técnica era muy ascética pues establecía
el vínculo, con el que lo venía a consultar, a través de un vaso de agua fría
que extraía de su aljibe y que era muchas veces lo único que daba como
medicina. De larga barba blanca y aspecto de patriarca gaucho, constituía el
arquetipo de viejo sabio de la psicología jungiana. Atendía en el patio de su
casa y no establecía un vínculo regresivo, sino que producía el cambio
terapéutico a nivel de la vida cotidiana, a veces por órdenes cariñosas pero
firmes típicas del lenguaje criollo (como ser, a un paralítico que lo traían en
carro: "Bájese, amigo. . . y acérquese caminando, que para eso tiene las
piernas! ").
Imagen del mausoleo de Pancho Sierra en el libro de Moffat (pg. 151)
Después de muerto llegó a ser la figura
principal del santoral gaucho y, para muchos criollos, sustituye a Jesucristo.
Tal vez debido a sus ropas de gaucho pudo ser una figura más identificable con
la paterna para el paisano y, por lo tanto, adecuada para “montarse" sobre
el culto a los antepasados y no a una figura de hijo como Jesucristo, que además
tiene, para la cultura gaucha, el elemento extraño de estar representado y
adorado clavado vivo sobre una cruz de tirantes, lo cual introduce un elemento
de crueldad, de sadismo, que no existe en la cultura criolla, menos torturada
psicológicamente que la de tradición judeo‑cristiana.
Pancho Sierra gastó casi toda su fortuna
repartiendo ayuda y comida a los necesitados de modo que, como un verdadero
líder popular, acompañaba sus frases de ayuda con objetos que eran verdaderos
mensajes concretos de ayuda. Pero la transferencia terapéutica, el vínculo que
producía el cambio, lo lograba sólo con el famoso vaso de agua fría, por lo que
también se lo llamaba "el doctor del agua fría". Ya veremos luego
que esta técnica tan aséptica y "limpia" luego se complica y Tibor
Gordon, que sería el único terapeuta actual de la línea criolla, incorpora una
enorme cantidad de símbolos y técnicas que van desde el peronismo al
evangelismo, pasando por el fetichismo del objeto de consumo masivo y que
producen un producto ideológico bastante contradictorio (empezando por el
Gaucho Tibor, que es checoeslovaco y habla con acento centro‑europeo)."
Trecho del capítulo 5, "Las terapias populares" (pag. 148-149). Psicoterapia del Oprimido, editorial ECRO, Buenos Aires, 1975.
martes, 10 de diciembre de 2013
lunes, 9 de diciembre de 2013
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